El ser humano siempre se ha movido entre alegrías y tristezas, tratando de lograr el tan anhelado equilibrio para el transcurrir de la vida; en este estado los seres se desempeñan en todos los ámbitos en forma ecuánime, justa y en beneficio de todos y todas.
En la realidad del diario vivir no ocurre está armonía, sino que prima la una o la otra provocando el desequilibrio con grandes diferencias entre unos y otros seres y lugares donde se desempeñan.
Si todo fuera alegría el ambiente se transformaría en algo liviano, sin la seriedad requerida para cada situación a vivir.
Si todo fuera tristeza el ambiente sería silencioso, las miradas de todos y cada uno indefinidas tratando de no mostrar la melancolía que las aqueja.
Tristezas y alegrías son necesarias e importantes, más enriquecedora es la vivencia.
Una vida sin estos sentimientos permite que el ser humano tenga una personalidad desconcertante con reacciones confusas a indecisas, provocándole dificultades para tomar decisiones claras, precisas y determinantes.
Cada alegría o tristeza que vivimos no vuelven a repetirse; los hechos podrán repetirse, pero el momento, la motivación y el sentimiento es otra en distintos tiempos, lugares e intenciones.
Leer y escribir versos, poemas y cuentos permiten conocer mundos, verdades y ambientes variados que llevan a soñar con universos llenos de nobles sentimientos que permiten creer en un mundo pleno en comprensión, paz y amor.
Cuando me vaya anhelo llevarme recuerdos buenos y malos para analizar mis acciones con el prójimo y darme cuenta si merecía vivir en un mundo que me dio todo para ser feliz: familia, hijos y amigos.
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