Seguro que todos en algún momento de sus vidas han pensado en escribir un libro. Hace algunos años, sin mayores pretensiones, comencé a bosquejar un escrito relacionado con mi pueblo. Con el pasar del tiempo se me ocurrió que podría dejarlo como un testimonio de los momentos vividos en nuestro querido Caletones. Sin pensarlo mucho, decidí que debía esculpir en el papel tantos recuerdos, y con un poco de imaginación, comencé a trabajar en mi computadora.
No era fácil, y para allanar la dificultad se me ocurrió hacer breves relatos, historias entretenidas que por ahí escuché, anécdotas personales y de amigos, las fiestas, el trabajo en la fundición, la población. La intención fue dejarlos plasmado para que las nuevas generaciones se enteren de la forma de vida de los habitantes de Caletones. Tiempos que ya no existen y solo perduran en nuestros corazones. Ya son solo recuerdos de nosotros, los últimos caletoninos.
En un principio fue algo personal, íntimo. Nunca pensé en hacer públicos mis escritos, pero me encontré con Ale, mi concuñada, gran escritora Granerina, y se me ocurrió mostrarle mi secreto. Su comentario positivo y el apoyo de la familia, me instaron publicar el libro que hoy les presento.
Washington Franco López Bustos, nacido en Santiago de Chile el 21 de agosto de 1952, a muy temprana edad llega junto a su familia a vivir a Caletones, lugar donde se encontraba la fundición de cobre El Teniente de la Braden Copper Company, hoy Codelco. Vivió en el campamento hasta 1970. Lue- go de 15 años, cuando cumplía los 17, obligado por el progreso, la población Caletonina fue trasladada a Rancagua. Así abandona la montaña, los cerros que inspiran estos relatos. Realiza sus estudios superiores en la Universidad Técnica del Estado de La Serena, en donde se titula de Ingeniero de Ejecución en Mecánica. Se radica en Machalí junto a su esposa Margarita.
Deportista eterno, amante de la naturaleza, artesano. Hoy, junto a un grupo de infancia, se ha dedicado a realizar caminatas por los senderos de la montaña, que lo ha llevado a recorrer nuevamente las huellas perdurables de antaño.
Con Margarita Ortega y sus hijos Mauricio y Felipe, formaron una linda familia que han sumado a sus hermosas nietas Fernanda y Magdalena, a quienes hoy dedica este testimonio.
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