Alguien puede ser encarcelado por muchas razones: por mala suerte, por ignorancia, por ser pobre, por ser malvado (hay mucho de esos), por falta de un buen abogado… por una infinidad de causas. Cada preso tiene una historia diferente. La mayoría está merecidamente tras las rejas, pero hay casos injustificados que se pasean por un infierno muy peculiar, doloroso y desconocido. Nunca más cierta la sentencia de John Webster: “Creemos que los pájaros enjaulados cantan, cuando en realidad lloran”.
Este libro revela una interesante historia, no solo por lo que dice sino por cómo lo dice. El contenido y el continente de la obra, sin lugar a dudas, atraparán al lector. Es magistral la combinación de registros textuales: la crónica, el reportaje y las epístolas, vale la pena leerlos, atrapan por el arte de contar y sirven como advertencia para aquellos que han sido un mar encarcelado, víctimas de mentiras y de un amor transformado en un odio perverso. Comúnmente le adjudican a Shakespeare la autoría de esta cita: “El cielo no tiene rabia, como el amor convertido en odio, ni el infierno furia, como una mujer despreciada” (en realidad es del dramaturgo y poeta inglés William Congreve). También, más importante aún, para que se legisle bien y no se llame violencia doméstica a cualquier conflicto entre parejas.
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