Columna Vertebral, es una recopilación de todas las columnas de opinión de arte y cultura escritas por PaViTo en el diario El Libertador entre septiembre de 2012 y septiembre del 2013. En ellas domingo a domingo, el autor presentó una variedad de temas que tienen estrecha relación con el movimiento artístico local, a través del acontecer diario, análisis personal, cita a autores destacados, experiencias vividas y conocidas durante sus 15 años de gestión cultural y desarrollo de su obra literaria.
Consciente que el arte es resultado de la conjunción de varios factores (artistas, gestores, medios de comunicación, aporte de organismos estatales y privados, receptores interesados…), y que éstos conviven como una verdadera cadena en cuanto a la importancia de todos ellos, a lo imprescindible que se hace el compromiso de cada uno en beneficio del arte, es que PaViTo intenta definir, separar y recalcar lo imprescindible, e invitar a seguir generando espacios e instancias que faciliten la expresión:
“Vi que el arte y la cultura regional podrían desplazarse de pie, erguidos, sin perder el equilibrio. Vi al menos que eso era posible, varios vimos eso: algo de articulación, de flexibilidad, que se podía sostener la cabeza y la pelvis a la vez”.
(Extracto)
Isolda Pradel
Se dice por ahí que el movimiento artístico – cultural que se desarrolla hoy en la ciudad de Rancagua, con muchos exponentes y gestores, tiene su partida en 1994 con la creación de la revista Cáncer, a manos del artista visual Carlos Vargas, de su hermano Diego y el escritor Hernán Morán. Si bien inicialmente era solo una publicación artesanal fotocopiada y de no más 30 ejemplares, luego se convirtió en una agrupación que contemplaba todas las artes y a todos los artistas que quisieran formar parte de ella. Es cierto que todo tiene un antes y un después, por lo tanto, todo lo anterior a Cáncer también forma parte del hoy. Y lo posterior ni hablar, pues esta revista sirvió de empuje para muchas otras iniciativas y para varios artistas que hoy ya se han consagrado, al menos en el plano local.
En pleno apogeo de Cáncer, a comienzos de este siglo, uno de los espacios que sirvió para desarrollar importantes eventos artísticos, masivos y multidisciplinarios, ya sea organizados por Cáncer, por otras agrupaciones, o por ellos mismos, fue la Fundación Oscar Castro, ubicada en Mujica 354 hasta el día de hoy. A cargo de ella estaba Isolda Pradel, nombre artístico de la poetiza Ernestina Zúñiga, viuda del escritor que lleva el nombre de la fundación y que es reconocido como uno -sino él-, de los escritores más prolíferos e importantes en la historia de la literatura de la región de O’Higgins.
Y su gestión fue fundamental, pues mantuvo las puertas abiertas de la fundación a todos aquellos que quisieran difundir y trabajar por el arte, así como ella misma lo hacía, sin censura, buscando diversas alternativas, confiando en el talento local. Exposiciones de pintura, fotografía, talleres, eventos masivos, lecturas poéticas, y hasta una biblioteca que albergó, además de los libros de Oscar Castro, una variada gama de libros escritos por autores regionales.
Pero también, siempre estuvo dispuesta al diálogo, al recuerdo, al escuchar las inquietudes de los otros. Muchos de los artistas jóvenes que hoy, ya con una década más en el cuerpo, forman parte importante del movimiento artístico – cultural que se vive en la actualidad en la región, ese es el recuerdo que tienen de ella, como si se hubiese tratado de una tercera abuela, pero de aquellas con mente abierta, intelectual, risueña, activa pese a los años, y con ese doble o triple sentido maternal, que les da el haber sido testigo y partícipe de más de una generación de niños en la familia.
A los dos o tres años de intenso trabajo –manteniendo vivo el recuerdo y la obra de Oscar Castro, y permitiendo el nacimiento de nuevos talentos–, Isolda comenzó a hacer cada vez más esporádicas sus intervenciones en la Fundación, por problemas de salud. Hasta que tuvo que abandonar sus funciones de forma definitiva, y dejar a cargo de éstas a su nieto Miguel Arcaya. Los siete años venideros se le vería muy poco en actividades culturales, aunque siempre que pudo, se las ingenió para estar presente, ya sea en actos conmemorativos o en homenajes de la obra de Oscar. Hasta que el jueves recién pasado dejara de existir, 97 años después del 20 de mayo de 1915, día en que nació. Y tal vez en uno de los momentos más complicados de la Fundación desde que fuese creada en 1995. Por problemas económicos, ya había anunciado hace unos meses Miguel Arcaya, el posible cierre de este espacio, que alberga las primeras ediciones de varias de las obras del autor, y muchas historias, relatos y recuerdos, de quién fuera líder del grupo Los Inútiles, hace más de 70 años.
Si bien los libros mantienen vivos a los escritores por décadas y hasta por siglos, es fundamental que haya personas que mantengan vivos los libros, o como en este caso, parte de la historia de la ciudad de Rancagua.
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