Ariel Díaz, nació el 26 de marzo de 1985. Escritor rancagüino, ha publicdo “Antes de ti”, poemario (2006), “El extraño”, novela (2013) y Tres cuentos rancaguinos” (2015).
En esta, la segunda edición de su más reciente obra, encontramos tres emocionantes relatos, que nos adentrarán en el submundo psíquico de comunes seres, con problemas actuales, tan cercanos, como los que nos acontecen a todos, especialmente, al ciudadano o poblador sencillo que recorre la larga franja de tierra que es Chile. Son tres cuentos enigmáticos, dinámicos, y absorventes, que dejarán sin duda, honda huella en la mente y el corazón del lector.
(extracto)
UN PASEO POR LA CALLE CALVO (fragmento cuento)
Eran las 15:00 P.m. Del sábado 5 de Enero del 2013. Herminio Miranda Pérez, se aprestaba para ir a Rancagua. Frente al espejo, rasuraba prolijamente sus mejillas ásperas y velludas, producto, de tres días sin afeitarlas, ya sea por descuido, o mera flojera. Su rostro, cual común trabajador del campo chileno; era moreno, duro, curtido, de labios resecos, de nariz gruesa con pelos asomando desvergonzadamente por las fosas nasales. Cejas esparramadas, ojos oscuros y aguileños, penetrantes como un túnel. En su carnoso mentón, se dibujaba un orificio, marca tan típica de la familia Pérez. Los cabellos, por costumbre paterna, los manejaba cortos, y peinados de izquierda a derecha. Se dejaba una gruesa patilla, cómo en los tiempos antiguos, de las que usaban los varones durante la colonia. De estatura, no era ni alto, ni bajo. Su espalda era fuerte, su abdomen abultado. No era para nada un icono de belleza masculina, pero en fin, tenia lo suyo. A su metro 73 de estatura, se le acoplaban unos 90 kilos de peso neto.
Se colocó su mejor camisa, su preferida, una con cuadritos rojos y negros. Obsequio de su primo Juan, hace ya varias navidades pasadas. Le quedaba un poco estrecha, pero eso no fue impedimento para vestirla, haría un esfuerzo constante y extra, y contraería la panza al caminar. Tomó su cortaplumas, y la amarró a su cinturón de cuero (fabricado por su difunto padre, único objeto que heredó de él). Los jeans, también le apretaban en los muslos y trasero, más, los otros pantalones que tenía, estaban demasiado gastados, o sucios en las rodillas de tanto andar escarbando en la cosecha de tomates.
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