Hernán Morán Vásquez, profesor, escritor y músico, ha participado en una serie de proyectos musicales y literarios. Algunas de sus publicaciones son: “El mar en una gota” (poesía, 2004), “Miedos urbanos” (narrativa, 2007) y “A, textos sobre la otredad primigenia” (poesía, 2008). Del agua emergemos y aparecemos en un mundo que nos ve brotar y crecer en medio de luminosos senderos de incierto destino. Cuando entramos al árbol, tenemos la posibilidad de comprender la compleja red de interconexiones que nos unen y nos diferencian. Cuando nos volvemos hacia la piedra, nuestras acciones parecen satisfacerse en la quietud de los acuerdos que como fotografías, nos recuerdan parte de esa vida que comenzamos a dejar atrás. El dialéctico itinerario del ser, completa su recorrido por medio de la liviandad propia del aire en el que nos convertimos y nos preparamos para condensarnos nuevamente, en una gota patrimonial que invernaria se encargará de proyectar, en cada explosivo acto de vida en primaveraria.
(extracto)
CON EL FRÍO NUESTROS HUESOS HABLAN
Los huesos hablan más en invernaria que en otra estación. Suelen quejarse como se queja el tronco cuando sucumbe en medio del bosque o como se quiebra la piedra cuando rueda por la quebrada.
Los textos más antiguos permanecen implícitos en los huesos; bajo tierra, fosilizados, pacientes y crípticos. Saben esperar como esperan los libros a sus lectores y saben sobrevivir a la falta de carne y sangre.
Tal vez sean el único trozo de nuestros cuerpos capaces de fundirse con la materia cósmica elemental con la que se logrará reinventar un nuevo mundo. Por eso es que con el frío crujen, como si sintieran el llamado universal de una flauta perforada que resuena por los gélidos parajes del tiempo espacio que aún no detiene su expansión, y requiere que todos sus hijos estén preparados, para fundar un nuevo estado de las cosas.
Oír a los huesos es percibir una locución cuya proposición no logramos comprender de manera prístina. Sabemos que viene desde una parte de nosotros, sabemos que gracias a ellos no nos evaporaremos como se evapora la sangre cuando deserta de nuestros cuerpos y sabemos que gracias a ellos no seremos devorados en plenitud por el tiempo carroñero.
Lo que no sabemos, es en qué se convertirán cuando
ya no sean parte de nosotros, qué dicen cuando dicen y por qué extraña afición arqueológica, se niegan a desaparecer cuando perecemos.
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